Resiliencia social: Nuestro rol

Por - CNEC
16-01-24 12:04


“Si no esperas lo inesperado no lo reconocerás cuando llegue”
Heráclito

Diferentes catástrofes naturales, como la acontecida en Acapulco México el año pasado, nos invitan a reflexionar sobre la vulnerabilidad del ser humano, la gran solidaridad que como humanos podemos tener y sobre la relevancia de reforzar continuamente una competencia que está latente dentro de nosotros: la resiliencia.

La resiliencia, en palabras simples, y según la Organización de Naciones Unidas, significa prepararnos para proteger y mejorar la vida de la gente, asegurar el desarrollo y generar cambios positivos”, frase que nos llama a traducirla en acciones concretas para aplicarlas en nuestra vida personal y a la vez, para contribuir al grupo de individuos al que pertenecemos y que denominamos sociedad.

Como se lee en su definición, resiliencia significa conocer los riesgos que enfrentamos y, en forma proactiva e informada, encontrar el camino por el cual prepararnos y continuar de la mejor manera en pro del bienestar nuestro y de otros. En resumen, actuar antes, durante y después de las contingencias.

¿Dónde estamos?

La era geológica actual, denominada Antropoceno por la comunidad científica y definida por ellos como la era con la mayor cantidad y velocidad de cambio en diferentes índoles (económica, ambiental, geopolítica, social, tecnológica e incluso biológica), caracterizándose por tener al ser humano como el principal impulsor de este cambio, y de cuyas decisiones depende los impactos antes, durante y después del mismo.

En ese sentido, y rumbo al horizonte más cercano (2024-2033) se han identificado y tipificado por parte del Foro Económico Mundial los riesgos que enfrentamos como humanidad y la correlación que hay entre ellos en su origen y consecuencias. Dentro de los riesgos detectados, aproximadamente el 50% se refiere a cambios en nuestro medio ambiente, el 30% está relacionado con temas relacionados con el desarrollo tecnológico y un 20% a temas sociales.

Lejos de verlo como un escenario apocalíptico, es importante identificar dónde nos encontramos y la contribución personal con que colaboraremos en su mitigación presente o futura. Como una herramienta de ayuda, la guía para formar sociedades resilientes de la Organización de las Naciones Unidas nos recuerda los tres pasos clave:

    1. Comprender en forma objetiva los riesgos y el contexto en el cual vivimos,
    2. Conocer los elementos que se interconectan en ese contexto,
    3. Procurar en forma proactiva la protección y mejora para la vida; tanto individual como colectiva.

Dentro de los tres pasos señalados, considero que el más relevantes el paso número 3, la acción proactiva y la que posiblemente hará que el riesgo disminuya o posiblemente desparezca. Existen herramientas que pueden facilitarnos el camino; un ejemplo es el índice Global de estados Resilientes, en donde según nuestro país de interés, podemos identificar el trayecto que debemos caminar rumbo a lograr esta competencia. En el último reporte 2022, vemos que hay mucho por andar en este sentido para la mayoría de los países y mucho que aprender de quienes lo han logrado.
Fuente: Índice de Estados Frágiles - Reporte Anual 2022

En lo que respecta a nuestra sociedad, instituciones como el Instituto “Think to do” nos ofrecen marcos de referencia para identificar esos pilares rumbo a la resiliencia. Estos pilares, para fines de este artículo, se pueden agrupar en: los cimientos de una sociedad (infraestructura y ecosistema), organización (economía y sociedad), personas (salud y bienestar) y conocimiento (liderazgo y estrategia); los que mediante acciones y mediciones pueden traducirse a una curva de crecimiento en esta materia.

Finalmente, a nivel personal y coincidiendo con una de las competencias señaladas como clave para destacar en esta era, la verdadera resiliencia es impulsada por el pensamiento crítico, que nos permitirá tener ese entendimiento del contexto y las conexiones de nuestro entorno, y a tomar decisiones que paso a paso nos permitirán continuar con nuestro camino en forma resiliente. Anticiparnos a los riesgos contemplados para el 2030 con pequeñas acciones como proteger la biodiversidad, respetar en el día a día nuestro medio ambiente, evitar contribuir a los diferentes tipos de contaminación, buscar erradicar de raíz acciones que contribuyen a la ciberdelincuencia, entre otros, son pasos que también significan ser resilientes.

¿Antes, durante o después?

La resiliencia es una competencia que surge en el ser humano en cuanto este lo requiere; para reforzarla es importante el estudio y toma de decisión proactiva para asegurar los cimientos que contribuirán a nuestro futuro. Dentro de las herramientas innatas de que disponemos, el pensamiento crítico es uno de los principales detonantes para poder reforzarla y está dentro de nosotros el desarrollarlo para poder identificar riesgos o realidades y decidir cuál será nuestra contribución.

Elena Salazar, CNEC Comunicación

CNEC





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