El antiintelectualismo

Por - CNEC
19-11-19 21:51

Jorge Eulalio Hernández. Historiador, escritor e ilustrador. Director de Strepitus S. C. y fundador de Eulalian Academy. Consultor en storytelling, gestión de recursos humanos con un enfoque intergeneracional, lenguaje corporal y arte para marketing.

 

En enero de 1980, la revista Newsweek publicó un breve artículo del brillante Isaac Asimov que aún da mucho de qué hablar y reflexionar. Se trata de “El antiintelectualismo en Estados Unidos”, una fuerte denuncia sobre el creciente rechazo al conocimiento crítico y la información, algo que él mismo llamaría “culto a la ignorancia”.

Asimov hace énfasis sobre los terribles efectos del rechazo al conocimiento. Por ejemplo, considera que uno de los graves errores del concepto de la democracia es que, dentro de este sistema, hay personas que argumentan que “la ignorancia vale tanto como el saber”. En ese mismo párrafo, casi al principio de la publicación, nos damos cuenta de que este gran divulgador, como muchos otros intelectuales de su época, ya contaba entre sus inquietudes con un problema de tal magnitud, que podría heredarle al mundo moderno una terrible decadencia.

También habla de expresiones específicas que se ponían de moda para desacreditar a los intelectuales y estudiosos de su época: “¡No confíes en los expertos!”, es una de las más atendidas; considera que esta expresión, tan general y poco precisa, tiene el potencial de ser eternamente vigente, ya que no es invalidada ni por el paso del tiempo, ni por la exposición a la información.

Menciona que, en esos tiempos, ya se comenzaba a hablar de los intelectuales y personas informadas como elitistas, en un ejercicio social y cultural que segregaba a los mencionados, etiquetándolos de engreídos que se pensarían como superiores en toda situación y, por lo tanto, despojándoles de la confianza como personas de conocimiento en sus respectivas áreas.

 

Derecho a saber y elitismo

El núcleo del mensaje de Asimov no es el de defender a sus similares (los intelectuales, los académicos, los expertos…) sino que, como el excelente divulgador cultural y científico que siempre fue, expresa una enorme preocupación al notar que los estadounidenses le daban la espalda a su propio derecho de ser informados. Si bien un pueblo tiene el derecho a saber, ¿cómo es posible comunicarle la información si piensa que todo aquel que busca la verdad y la precisión es elitista y no digno de su confianza?

Como lo hacen los grandes hombres del conocimiento, Asimov no publicó solamente una denuncia, sino terminó con párrafos que ofrecen posibles soluciones: “(…) Podríamos empezar preguntándonos si, después de todo, la ignorancia es tan maravillosa y si tiene algún sentido condenar al elitismo”.

Él nos recuerda que todos, dotados de ese maravilloso cerebro que desarrolló nuestra atípica evolución, estamos llamados a cultivarnos y a vivir como seres de intelecto, que el mundo necesita que se admire el conocimiento y la cultura, diferente a la desaprobación a la que tanto son sometidas.

Por supuesto, hablaba de los problemas que desde entonces aquejaban a su nación adoptiva, pero es muy claro que este problema no se reserva al territorio estadounidense o a la época del gran sabio ruso. Existen fuertes y maduras corrientes que promueven el rechazo y abandono al conocimiento, el cultivo de la ignorancia (valga la ironía) y un cinismo inexplicable al respecto de éstos.

 

Consultoría, conocimiento y democracia

Es importante que, en el mundo de la consultoría, comprendamos que debemos considerar este obstáculo generalizado y luchar para llevar la información y el conocimiento donde sea necesario y no solamente donde es requerido. Me parece que Asimov tenía muy claro que de nada sirve el conocimiento si no se comparte, ya que una sociedad informada es una sociedad libre de complejos y que, por fin, puede ejercer esa opaca idea de lo democrático.

Él se pregunta “¿Qué es aquello que la gente del país tiene derecho a saber?” y rápidamente descarta lo que se considera elitista. Sostiene, en cambio, que la gente debe conocer “lo que sucede… donde tienen asiento los poderosos”, y realmente es una idea tan interesante como precisa. La forma más fácil de desactivar la práctica de una verdadera democracia no es más que el mantenimiento de la ignorancia del pueblo representado, es lograr que el lenguaje en el que se pacta el futuro de un país sea tan diferente, que se pierda el interés y por tanto, que uno siempre se mantenga ignorante de aquellos procesos.

Es por eso que desde hace tantos años, nuestra cultura política ha sido tan pobre, nuestras decisiones democráticas tan sentimentales y los resultados tan distintos a lo que esperamos cada vez que introducimos votos en las urnas.

Sin embargo, aunque Asimov establece que aquella información es lo mínimo que uno debería conocer como ciudadano, esa otra información que emana de los intelectuales, académicos y expertos es más que necesaria para la toma de decisiones que se dan en los puestos de poder.

Hay una frase que asegura que “la inteligencia habla, mientras la sabiduría escucha”,y si bien se entiende que la sabiduría es superior por su sobriedad y templanza, de todos modos alguien tiene que informar al sabio, al rey, al gobernante… recordándonos que la consultoría, por ejemplo, se asemeja en numerosas ocasiones a aquel papel del consejero, el asesor y el guía que conoce el camino y sus obstáculos para asegurar que las decisiones siempre sean informadas.

Ante este problema, vigente y extendido por todos los rincones del mundo, debemos resucitar el deseo del conocimiento, enfrentarnos a las verdades, admirar a quien comparte sus conocimientos y siempre ser como aquel personaje de Andersen, que nunca vio “las ropas nuevas del emperador” y lo denunció sin miedo, pues expresaba la verdad.


CNEC





SOLICITAR INFORMACIÓN
Nombre*
Apellidos*
Empresa*
Correo electrónico*
Teléfono
Sector
Comentarios