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Por - CNEC
12-12-19 23:40

Sector privado y Agenda 2030

Catherine Prati Rousselet. Maestra en Derecho. Especialista en Derecho de la Sociedad Internacional por la Universidad París 2 (Panthéon-Sorbonne). Candidata a doctor en Administración Pública por la Universidad Anáhuac México. Investigadora fundadora del Cairi (Centro Anáhuac de Investigación en Relaciones Internacionales) y de la Remecid (Red Mexicana de Investigación en Cooperación Internacional y Desarrollo). Coordinadora de posgrado y educación continua de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México.

                                

No cabe duda que vivimos un cambio de época más que una época de cambios (Papa Francisco), y que si a duras penas México se mantiene en una honrosa posición macroeconómica (décima cuarta economía mundial), la mayoría de la población sigue viviendo un cotidiano pauperizado.

En relación con lo anterior, “El Epílogo: Visión 2024” del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, augura una mejor distribución de la riqueza y del ingreso, así como una sustancial mejora del Índice de Desarrollo Humano (IDH: ecuación a tres variables, concebida desde 1990 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD: esperanza de vida sana, nivel de educación y trabajo digno justamente remunerado).

Independiente de las exigencias sociales particulares y de los planteamientos ideológicos vigentes, las políticas públicas de los miembros de la ONU (193 países: menos adelantados, de renta media [caso México] y altamente industrializados) han de alinearse en torno a los 240 indicadores, 169 metas y 17 Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS) planteados en un nuevo plan de trabajo universal: la Agenda 2030.

Contrariamente a textos anteriores (Resoluciones de la Asamblea General dedicados a los cuatro Decenios para el Desarrollo [1960, 1970, 1980, 1990] y Declaración del Milenio) que se nutrieron de una especie de visión comunitaria del mundo proyectada por un puño de funcionarios nacionales e internacionales, la Resolución A/RES/70/1 del 25 de septiembre de 2015 “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”<span style="font-size:11.0pt;">[1]</span>, es producto de un extenso proceso de consultas previas que involucró a numerosos y variados sectores de la sociedad global.

                                

Objetivos de la Agenda 2030

Llama a todas las esferas: gobiernos (Ejecutivo [administración pública], Legislativo [Congreso] y Judicial [tribunales]) nacionales (orden central/federal, local/estatal y municipal) sector privado, sociedad civil organizada y academia, a trabajar de manera coordinada para el logro de dichos ODS.

Debido al desconocimiento sobre el origen y significado del término “sostenible”, se ha vulgarizado, erróneamente, la idea que la Agenda es un pliego petitorio de lucha contra el cambio climático. Si bien es cierto que la conservación del medio ambiente y la recuperación de lo perdido en ese ámbito es una de sus exigencias, no es la única.

El documento se estructura en torno a cinco ejes (5 P): Persona, Planeta, Prosperidad, Paz y Alianzas (partnership, en inglés), y constituye una compleja, integral y trasversal hoja de ruta para el desarrollo sostenible: “un proceso soportable en lo ecológico, viable en lo económico y equitativo en lo social” (Semarnat).

Ese concepto fue acuñado en 1987 en el Informe Brundtland (nombre de la entonces primera ministra noruega) también conocido como “Nuestro Futuro Común”, que planteó “satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades para las generaciones futuras de atender sus propias necesidades y aspiraciones”. En la actualidad el desarrollo no puede entenderse en ninguna parte de la Tierra si no es un proceso que satisfaga las necesidades económicas, sociales (incluyendo los aspectos de diversidad cultural) y medioambientales, tanto de la generación presente como de las venideras.

                                

Pacto Mundial

En ese contexto, el papel de las empresas en la implementación de la Agenda no es opcional. Tampoco es una novedad que la ONU voltee hacia el sector privado para buscar la consecución de metas globales. Durante el Foro Económico Mundial (Davos) de 1999, el entonces secretario general, Kofi Annan, pidió a los líderes empresariales (pymes y multidimensionales consorcios internacionales), aliarse con la organización para generar un impacto global en cuestión de valores y principios compartidosy dotar así el mercado global de “una faceta humana”. Dos décadas después, el Pacto Mundial, modelo universal de responsabilidad social empresarial, es un referente para la consolidación de la colaboración del sector privado con la ONU.

Basado en diez principios emanados de diversas convenciones y resoluciones aprobadas en el marco de las Naciones Unidas, el Pacto se articula en cuatro ámbitos:

i. Derechos humanos: 1. respetar los derechos fundamentales; 2. no ser partícipes de abusos.

ii. Ámbito laboral: 3. facilitar la libertad de asociación y el derecho a la negociación colectiva; 4. eliminar el trabajo forzoso y obligatorio; 5. erradicar todas las formas de trabajo infantil; 6. eliminar la discriminación.

iii. Medio ambiente: 7. adoptar un enfoque preventivo; 8. fomentar la responsabilidad ambiental; 9. desarrollar tecnologías compatibles con el medio ambiente.

iv. Lucha contra la corrupción: 10. oponerse a la corrupción en todas sus formas, especialmente la extorsión y el soborno.

                                

El actual secretario general de la ONU, un estudio reciente de la propia ONU demuestra que mientras el 100 % de los líderes de las Naciones Unidas creen que una mayor colaboración entre distintos sectores será fundamental para alcanzar las metas de la Agenda 2030, 59 % piensa que la organización está realizando esfuerzos suficientes para involucrar al sector privado. El informe concluye que “en la actualidad, las alianzas multisectoriales se han convertido en la nueva norma, y a medida que se avanza en la responsabilidad compartida de la implementación de los ODS, estas alianzas son más importantes que nunca”.

En México, la Red Mexicana del Pacto Mundial de las Naciones Unidas (9 de junio de 2005), ha entrado en una etapa de consolidación y busca movilizar al sector con los 10 principios que impulsará a las empresas a implementar acciones que contribuyan a lograr las metas de México vinculadas a los Objetivos y así contribuir a dar solución a los más grandes desafíos de México de aquí al 2030.

Martha Herrera González (directora corporativa de Responsabilidad Social Cemex y directora del Centro Cemex-Tec de Monterrey para el Desarrollo Sostenible, quien asumió el 1° de junio de 2018 la presidencia 2018-2020 de la Red Mexicana del Pacto Mundial), ha declarado que: “Queremos ser la plataforma de desarrollo sostenible que motive un verdadero cambio en el sector empresarial. Buscaremos que las acciones de las empresas sean aún más comprometidas, transformadoras y de valor compartido. El futuro de México nos obliga a las empresas a actuar de forma distinta, a apoyar en el desarrollo sostenible nacional y en el bienestar de todos los mexicanos”.

Por fortuna la Agenda está generando (finalmente y a cuatro años de su aprobación), desde muchos sectores de la sociedad mexicana, diversas y muy interesantes iniciativas que, por cierto, ganarían en incidencia al articularse entre sí bajo la batuta armonizadora de alguna figura con reconocida autoridad moral.

La encomienda, si es mayúscula, es también imperativa, impostergable, imprescindible (vital: que es propio de la vida). Requiere de la apropiación de cada quien y de todos para que “nadie quede atrás” (uno de los lemas de dicha resolución).



[1] Disponible en: unctad.org/meetings/es/SessionalDocuments/ares70d1_es.pdf

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